Los Dioses llegados de las estrellas

escrito por Manuel José Delgado

 

Egipto fue, es y será siempre fuente inagotable de sorpresas. Pero lo más asombroso es que sus conquistas intelectuales y sus logros tecnológicos no aparecieron por una evolución social, sino que de la noche a la mañana surgió de la nada una cultura sorprendente, en donde se desarrollaron técnicas tan asombrosas que posteriormente no pudieron igualarse. El conocimiento preciso de la astronomía, las obras de ingeniería para mover y colocar millones de grandes monolitos de piedra, los instrumentos de óptica y mensuración necesarias para ello y que nunca han aparecido, la forma de entender la farmacopea, la medicina y la biología, las herramientas para taladrar y cortar piedras de dureza extraordinaria… Todo ello se realizó en el Egipto temprano, por aquellos primeros colonos de las riberas del Nilo, con una precisión que luego fue olvidada. Parece que sus mayores logros tecnológicos provienen del periodo predinástico, como si la civilización faraónica fuese la heredera o bien de otra anterior cultura o bien de los argumentos recibidos por contacto directo con los mismos dioses. Y no unos dioses abstractos, sino de presencia tan evidente que no pueden obviarse a la hora de valorar los misterios de Egipto.

Los eslabones perdidos del Antiguo Egipto

A Herodoto le comentaron los sacerdotes que el tiempo transcurrido desde el comienzo de la civilización faraónica hasta aquellos días (490/431 a.C) era de, exactamente, 11.340 años. Estos once milenios son un periodo excesivamente largo como para ser admitido por los historiadores oficiales y nos sumerge en un momento oscuro de una Historia aún no reconocida ni escrita, en donde Egipto fue el escenario en donde, según afirma, habitaron los dioses. En su Historias, libro II, escribe: “…Aún no habían aparecido los dioses en el pasado de Egipto, pero el Sol se había levantado cuatro veces en el cielo desde puntos distintos del actual, y dos veces había salido por donde ahora se pone, y se había puesto por donde ahora sale…”

Techo de la tumba de Senenmut, donde aparece nuestro sistema solar, están cambiados el este con el oeste debido a un cambio de eje, un vuelco del planeta

Este texto de Herodoto nos indica varias cosas. En primer lugar el desconcertante conocimiento de los sacerdotes egipcios sobre la existencia de los cuatro grandes cataclismos que ha sufrido nuestro planeta en los últimos 600.000 años y que han sido refrendados por los estudios del investigador Juan Bonet, recogidos en su libro “El Vuelco de la Tierra”. El último de ellos, acontecido alrededor de hace 13000 años, produjo el fin de la Cuarta Glaciación y es el argumento que utilizan algunos autores para justificar el hundimiento de la Atlántida, la huída de sus últimos moradores y su nuevo establecimiento en el valle del Nilo en fechas aproximadas con el inicio de la cultura egipcia mencionada por los sacerdotes. Pero en segundo lugar Herodoto escribe que posteriormente a esos cataclismos, o sea, después de hace 12000 años, aparecen los dioses. Este relato ha despertado la curiosidad de muchos estudiosos que, simplificando, han tomado dos líneas de investigación para justificar de quién heredaron los egipcios su saber y parte de sus monumentos. Por un lado los seguidores de la teoría atlante y, por otro, los que promulgan la hipótesis de la llegada a nuestro planeta de seres provenientes del espacio. Estos últimos manifiestan que si la Atlántida hubiera tenido la tecnología suficiente, no tendrían que haber esperado 7000 años para que Egipto se desarrollara como conocemos. Por ello aseguran que la prácticamente instantánea aparición en Egipto de una cultura tecnológicamente anacrónica sólo pudo ser consecuencia de un contacto puntual con seres extraterrestres. Aunque, quizás, sólo considerando ambas hipótesis a la vez, podrían tener respuestas todas las preguntasplanteadas.

Adoración estelar, tempo de Abydos

El mestizaje cósmico-terrenal, recurrente en todos los textos sagrados de las principales religiones, tiene en Egipto toda suerte de connotaciones. Aparte de las leyendas y tradiciones, los monumentos que han quedado apuntan a una dirección del firmamento muy definida que señala el hipotético camino que recorrieron los viajeros extraterrestres en su venida.

Papiro con posiciones de estrellas y planetas. Museo de El Cairo

Como es arriba es abajo

El hecho diferenciador de la religión egipcia con otras religiones es que podemos definirla como la única que conoce el lugar de dónde provienen sus dioses, así como el destino interestelar al que irán sus almas después de la muerte. Este dato resulta altamente importante porque cuando Jesucristo asciende a los cielos no señala a qué planeta, sistema solar o constelación se dirige. Cuando se reza el padrenuestro se dice que el Padre está en el cielo, pero sin precisar en cual de las millones de galaxias que existen. En cambio los egipcios lo tenían muy claro: su más allá estaba en la Duat, la porción de firmamento donde se encuentran las constelaciones de El Cazador (Orión) y El Perro (Can Mayor).

Órbita de Sirio

Toda la cultura egipcia se basó en el principio de “como es arriba es abajo”, reflejado en el libro del dios Toth, foto Toht del que sólo quedan referencias, y que posiblemente, según algunos especialistas, fue la fuente de inspiración de La Tabla Esmeralda del mismo dios helenizado como Hermes Trimegistro. Pero este concepto no fue sólo virtual, sino que existen pistas suficientes como para considerar si todo lo desarrollado en el país del Nilo, incluso su propia orografía, serían la concreción en nuestro planeta de un diseño elaborado por aquellos dioses viajeros. Tanto las fotografías del África oriental, que pueden observarse en la página web de la NASA, así como los estudios de Andrew Tomas, permiten barajar la hipótesis de que el Nilo no es un río natural, sino que es un canal joven, realizado artificialmente para que el agua siguiera el curso actual. Dicha perturbación orográfica explicaría la desertización del Sahara, y las cuencas de los ríos que antaño recorrieron el centro del continente y que aparecen hoy completamente secos. Con esta obra de ingeniería habrían conseguido que el río reflejara en la tierra la vía láctea que recorre el cielo. Con este planteamiento, al quedar todas las estrellas que componen la Duat a un lado de la Vía Láctea, construyeron en la orilla occidental del Nilo las monumentales pirámides, que servirían para señalar en nuestro suelo la posición de las estrellas. Con ello las estrellas que componen la constelación de El Cazador quedaron representadas en Egipto, correspondiendo las tres estrellas del cinturón de Orión: Al Nitak, Al Nitam y Mintaka, con las tres grandes pirámides de la meseta de Giza, como desarrolló Robert Bauval en su conocida obra El Misterio de Orión.

Correlación de las pirámides de Giza con la constelación de Orión (Robert Bauval)

Las pirámides de los dioses

El reflejo no quedó únicamente valorado en la representación monumental de los astros, sino que desde entonces se consideró a la orilla occidental del Nilo como el lugar de los antepasados, de la vida del más allá; mientras que la orilla oriental quedó reservada a las ceremonias relacionadas con esta existencia.

La tecnología aplicada en la desviación de las aguas para crear el cauce del actual Nilo no resulta de mayor envergadura que otros restos arqueológicos distribuidos a lo largo de Egipto cuyo origen está en entredicho. De ser los visitantes del espacio los autores de obras como las pirámides de Giza, la Esfinge y su templo, el Osirión

Imposibles bloques de granito del Osirión de Abydos

o el Serapeum, los egipcios tan sólo serían los propietarios en usufructo de un legado remoto. Sólo así se entiende que la meseta de Giza, el balcón natural y majestuoso del delta, fuese respetada durante las tres primeras dinastías. Ninguna tumba, templo o pirámide fue elevada en el lugar más prominente del bajo Nilo, para que los faraones Keops, Kefrén y Micerinos se encontraran con esa milla de oro completamente virgen para edificar sus monumentos. ¿No será más cierto que las pirámides de Giza ya estaban edificadas muchos miles de años antes y que estos faraones sólo fueran usurpadores? No hay que olvidar que en la estela del inventario, del Museo de El Cairo, Keops afirma que la gran pirámide, el templo de Isis, era un monumento de sus antepasados.

Cortes con radial en la meseta de Giza

De ser esta hipótesis cierta en Egipto existirían dos tipos de pirámides, las anteriores a los faraones (usurpadas por la IV Dinastía) y las que construyeron los egipcios para intentar emular las construidas por los dioses. Imhotep, arquitecto del rey Zoser, construyó en Saqqara la primera pirámide “humana” siendo, como las otras 100 que se distribuyen a lo largo del bajo Egipto, una chapucera imitación de las primeras. Resulta que la evolución arquitectónica para construir pirámides no explica que 50 años antes de construir las pirámides de Giza los egipcios no sabían construir pirámides perfectas, y que 20 años después de la IV Dinastía se les olvidó, quedando los monumentos de Giza como una isla de anacrónica tecnología dentro de la cultura faraónica. A tal respecto conviene comparar las pirámides de la III Dinastía con las pirámides de V Dinastía, para comprobar que ambas tienen el mismo patrón de pirámides escalonadas, no ofreciendo problema de ingeniería alguno y correspondiéndose con las herramientas que encontramos del Imperio Antiguo en el Museo de El Cairo. Pero, ¿y las pirámides de Giza?. No existen en los museos máquinas que pudieran con la envergadura de su construcción. ¿Quién las construyó?

Pirámide escalonada en Abusyr, de la V Dinastía, similar a las construidas durante la III Dinastía, ¿dónde está la evolución?

La tecnología se enfrenta a la Historia

Aseguran los estudiosos del mapa de Piri Reis foto piri reis que el dibujo de las tierras que representa se corresponden con la observación de nuestro planeta desde una altura de 10.000 metros en la vertical de El Cairo. Tan raro sería admitir esta aseveración como plantearse que las pirámides de Giza, Dashur y Abu Roash configuran en el desierto un mapa galáctico donde cada pirámide señala la posición de una estrella. Y sin embargo es verdad. Catorce millones de metros cúbicos de piedra, colocados para desarrollar ese increíble mapa, son una buena

Seres observando un disco solar, tumba de Ramsés VI

pista a tener en cuenta para plantearse si unos seres provenientes del espacio tuvieran algo que ver con ello, porque, indudablemente, son muchos millones de bloques para una cultura de la Edad de Piedra que desconocían el hierro o la rueda. Esa visita y el contacto que tuvieron con los oriundos moradores de las riberas del Nilo, sirvió de trampolín para que una cultura de la Edad de Piedra se convirtiera de la noche a la mañana en la civilización más importante de la Antigüedad, cuyo conocimiento, heredado de esos dioses, todavía nos cuesta imaginar.

La Gran Esfinge de Giza

Un monumento controvertido que podría demostrar tanto la antigüedad de aquel período de contacto, como los artífices celestiales que la construyeron es la gran esfinge de Giza. Robert Cuando todos hemos contemplado este monumento hemos podido apreciar lo que tantas veces vimos en documentales o libros: un enorme cuerpo de león tumbado conuna cabeza humana. Indudablemente la cabeza, de proporciones más pequeñas que el cuerpo, corresponde al tallado posterior de la cabeza original. Pero lo más interesante es la pista seguida por Robert Temple para valorar si, efectivamente, el cuerpo es el de un león, como todos suponemos por la gran cantidad de veces que lo hemos oído. Temple se pregunta dónde está el prominente pecho que los egipcios esculpían en todas las estatuas de leones. Tampoco aparecen las elevaciones del animal en los cuartos traseros, cuyas piernas dobladas debían sobresalir del cuerpo. También echa de menos el penacho de pelo del final de la cola. Es decir, para Temple el animal representado en la esfinge no es un león sino un perro, y que se corresponde con la representación egipcia del dios Anubis, el dios apropiado para vigilar y proteger la meseta. Este asunto no es baladí, ya que este simple cambio de conceptos nos invita de lleno a conocer a los verdaderos artífices originales de la obra.

Tribu de los dogones, en Mali

La esfinge no es un monumento construido sino excavado. El terreno pétreo fue desalojado convenientemente para que al final emergiera el cuerpo del animal dentro del foso de la roca madre. En las paredes de este foso se aprecia la erosión acuática producida por la lluvia en un periodo húmedo anterior a que Egipto se desertizara, fecha que debe ser más antigua de los 10000 años. Y si la IV Dinastía no llega a los 5000 años de antigüedad, ¿quién la construyó?.

La tribu de los dogones de Mali y los antiguos egipcios hablaban de unos dioses procedentes del sistema de Sirio, y los asirios y babilonios afirmaban que provenía de los cielos. Tanto los dogones como los babilonios

Gran Esfinge de Giza

abundaban sus informaciones con la afirmación de que la naturaleza de los viajeros era anfibia. Con este dato Robert Temple formuló una teoría interesante sobre la relación entre la Esfinge de Giza y el medio acuático de dichos seres.

En el interior de la meseta de Giza existen grandes cantidades de agua. Algunas tumbas profundas, como la llamada tumba de Osiris, cerca de la calzada de Kefrén, están anegadas. Ya Herodoto mencionó, hablando sobre la tumba de Keops, que “…las cámaras subterráneas en la colina sobre la que se encuentran las pirámides, pretendía el faraón que fuesen sepulcros para él mismo, y las cincundó de agua, practicando un canal desde el Nilo”.

Temple baraja la posibilidad de que el promontorio formado por la

Ser con escafandra y tubo, tumba de Ramsés IX en el Valle de los Reyes

excavación de la Esfinge pudiera ser la colina de la que habla Herodoto, y que los huecos que se han descubierto bajo ella fuesen las cámaras subterráneas utilizadas por Keops para su descanso eterno. Actualmente, en obras para descubrir el malecón donde las barcas se estacionaban frente a la puerta del templo de la Esfinge, ha surgido agua, quedando dicho terreno inundado.  Con todo ello Temple afirma que el foso que rodea al monumento estuvo antiguamente

relleno de agua (lo que habría producido la erosión de la roca) así como las cámaras de su subsuelo, lo que configuraba un excelente habitáculo para seres anfibios y un terreno prohibido para los saqueadores de tumbas desprovistos de escafandras…

Los inmigrantes de Sirio

El astroarqueólogo ruso Vladimir Rubtsov afirmaba que la palabra con la

Foto ser gravitando en el espacio alrededor de un astro rojo: Sirio, tumba de Ramsés III

que los antiguos iraníes se referían a Sirio era Tistrya, palabra que proviene del sánscrito Tri-Stri, y que significa tres estrellas. Es decir, que el conocimiento de que Sirio es un sistema estelar triple fue ampliamente conocido por todas las culturas de nuestro más remoto pasado. Al no ser apreciable desde nuestro planeta, ¿quién difundió semejante información?  El Sol y Sirio salen por el mismo punto del horizonte, por lo que muchos templos están orientados a dicha dirección.  Como el orto  solar de Sirio se retrasaba cuatro días cada año, ambos astros

volvían a coincidir en el mismo punto 365 x 4 = 1460 años. Esto ocasionó la confección de un calendario paralelo, conocido como calendario sóthico que se remonta enel Antiguo Egipto para marcar acontecimientos que sucedieron 43 siglos s.C. ¿Cuándo, pues, hicieron ‚ éstos sus observaciones de Sirio para establecer su calendario? ¿Acaso fue este un conocimiento llegado por los mismos dioses de los Dogones y una nueva pista sobre su origen?

Salida del sol en el solsticio invierno por la avenida principal de Karnak

Las tradiciones culturales de las tribus que pueblan el valle del Niger, especialmente la tribu de los dogones de Mali, nos cuentan leyendas sobre astronautas que en el pasado remoto llegaron de Sirio. Su dato diferenciador es que incluidos en esos mitos se esconden asombrosos datos astronómicos de sorprendente veracidad. Los dogones, así como los egipcios, conocían que el Sirio era un sistema triple formado por tres estrellas, y que Sirio B orbita alrededor de Sirio A en un movimiento que dura 50 años. La precisión de esta afirmación, corroborada por la ciencia astronómica, no tiene explicación racional. Y sorprende más aún cuando los dogones afirman que ese conocimiento fue transmitido hacía miles de años por los dioses instructores que llegaron a nuestro planeta.

Fue en 1931 cuando el antropólogo francés Marcel Griaule visitó por primera vez a esta tribu, recogiendo y publicando todas las informaciones

Los dioses de los dogones de Mali

que le suministraron. Porque no sólo conocían, desde hace milenios, perfectamente el sistema de Sirio, sino que tenían constancia asimismo los anillos de Saturno o las cuatro lunas galileas de Júpiter, y todos ellos astros no visibles al ojo humano sin la utilización de telescopios. Por aquella época nuestra astronomía desconocía que Sirio fuese un sistema triple, ya que fue tan sólo en 1995 cuando los astrónomos franceses Daniel Benest y J.L. Duvent publicaron en la revista Astronomy and Astrophysics el descubrimiento de Sirio C por una perturbación observada en las órbitas de Sirio A y B.

Robert Temple un lingüista norteamericano miembro de la Royal Astronomical Society británica y afincado en Londres, publicó un osado libro que tituló El Misterio de Sirio, en el que aventuró que Nommo fue un extraterrestre que dejó en la Tierra, hace entre siete y diez mil años, toda clase de pistas sobre su origen estelar. «Cualquier otra interpretación de las citadas pruebas no tendría sentido, concluyó Temple.

Robert Temple

Este conocimiento se ampliaba a otras tribus vecinas como los Bambara, los Bozo de Segu y los Miniaka de Kutiala, que compartían iguales informaciones sobre  Sirio, que además conformaban la esencia de su cultura y que incorporaban a sus rituales religiosos más solemnes. En el año 1970 Cenevieve Calame-Griaule publicó en un libro titulado Génesis Negro, en donde ampliaba los datos que los dogones suministraron a su padre. Explicaba que los dogones creían en un dios creador del Universo al que llaman Amma, que envió a la Tierra a un dios menor conocido por el nombre de Nommo, provisto de semillas y todo el arsenal necesario para general vida. De sus acciones provienen los animales y las plantas, así como la primera pareja de humanos, que tuvieron 8 hijos que llegaron a tener edades increíbles.

Y los astronautas se convirtieron en dioses

El jeroglífico con que los egipcios representaban al dios Osiris era un ojo, lo que guarda una sorprendente similitud con el concepto que tenía los bozos de Mali con sirio B, a la que denominaban “la estrella del ojo”. Asimismo la misma tribu describen a Sirio A como “la estrella sentada”, cuando en Egipto el asiento o trono es el símbolo de la diosa Isis.

Foto representación de Orion (El Cazador) que lleva a Sirio en la mano (Museo de El Cairo.

Los antiguos egipcios tenían como columna vertebral de su cosmogonía el matrimonio sagrado en Isis y Osiris, quienes representaban las constelaciones de Sirio y de Orión, que se mueven conjuntas en el firmamento y conforman la Duat. De igual forma hacen corresponder a Isis con la estrella más brillante del firmamento, Sirio A. Y a la diosa Neftis con sirio B, “la oscura compañera que describía un círculo (órbita) alrededor de Isis.

Según Plutarco el dios Anubis nació de Neftis, aunque fue Isis la gran madre, diciendo: “Por Anubis entienden el círculo horizontal que separa la parte invisible del mundo, a la que llaman Neftis, de la visible, a la que denominan Isis, y como este círculo toca tanto los confines de la luz como los de la oscuridad, se puede considerar común a ambas; a partir de esta circunstancia surgió el parecido que imaginan entre Anubis y el Perro, habiendo observado de este animal que está vigilante tanto de día como de noche”. Es por ello por lo que Robert Temple, en su obra “El Misterio de Sirio”, afirma que Anubis pudiera detentar el concepto orbital de ambas estrellas, Sirio A y Sirio B. A Isis le correspondería la descripción de “los confines de la luz” y “lo visible”, mientras que su hermana Neftis sería “los confines de la oscuridad” y “lo invisible”, ya que Sirio B es oscura e invisible. Por ello Anubis es considerado por el autor como el círculo horizontal que las divide, la órbita de la estrella oscura alrededor de la estrella brillante. De esta relación surge el simbolismo con el perro, con el sistema de órbitas que conforman las estrellas de Sirio. Como el nombre de la constelación es Can Mayor, se conoció al dios con el nombre de “Canícula”.

El dios Anubis

Otra diosa del panteón Sothico (Sirio-Isis) es Anukis, quien navega en la misma nave celestial junto a Isis, Neftis y Satis (Sirio A, B y C) en los relieves y pinturas egipcios. una diosa compañera que, junto con la diosa Satis, navega en la misma nave celestial que Isis en las pinturas egipcias. Anukis es representada portando en sus brazos dos jarrones con los cuales vierte agua. Los antiguos egipcios situaban su “domicilio” en Aswán, en donde para ellos surgían las aguas del Nilo y se desbordaban hacia Nubia por un lado y hacia el Mediterráneo por otro. Efectivamente, los remolinos en las aguas producidos por los rápidos y las cataratas, parecían indicar el brote continuo de agua que asociaban a los cántaros de Anukis. Para Temple la diosa estaba relacionada con dos planetas que poseían agua y orbitaban alrededor de Sirio.

Seres estelares, Valle de los Reyes

La correlación fonético de los dioses también nos da una pista de su común origen. Anu es el dios del cielo en Sumeria. En idioma sánscrito anupa significa “un país acuoso”. Alexander Heidel escribe en The Babylonian Genesis que los dioses Enlil y Anu eran representados como chacales, cuando el símbolo egipcio de Anpu (Anubis) era el chacal y que Anu está relacionado con el sistema de Sirio. Anu, asimismo, es el dios mayor de las deidades guardianas conocidas como los Anunnakis. Resulta muy evidente la raíz sumeria Anu en las egipcias Anubis y Anukis, implicadas con los estrellas de Sirio.

En Sumeria el vocablo “an” se correspondía con el cielo, y Anu es el dios del cielo, que en Egipto tuvo su correlación con Nut. Wallis Budge declara: “Es sorprendente, por tanto, encontrar tanta similitud entre los dioses primigenios de Sumerio y los de Egipto. Es imposible suponer que los escribas de Asurbanipal copiaron el sistema de Egipto, o que los literatos de la época de Seti I tomaron las ideas de los hombres ilustrados de Babilonia o Asiria. Por tanto, eso nos conduce a la conclusión de que tanto los sumerios como los primeros egipcios adoptaron a sus dioses primigenios a partir de alguna fuente común pero sumamente antigua. Hay demasiada similitud entre ambos grupos de dioses para ser accidental”.

¿Extraterrestres en Egipto?

Admitir la teoría extraterrestre para explicar los anacrónicos logros de arquitectura e ingeniería que encontramos en Egipto obliga a pensar en los viajes interestelares. Para ello aquellos seres deberían dominar la tecnología criogénica, o alguna técnica similar para quedar en animación suspendida durante los largos periodos de viaje. Resulta muy sugerente comparar la operativa actual para efectuar una crionización a los rituales ejercitados por los antiguos egipcios en sus ceremonias de momificación. La extracción de órganos para dejarse depositados en recipientes externos (a diferencia de otro tipo de momificaciones realizadas por otras culturas), el dejar el cuerpo sin los fluidos fundamentales, la conservación de las partes blandas mediante las sales… Indudablemente el cuerpo de Ramsés II, acartonado en el Museo de El Cairo, nunca volverá a la vida, pero ¿su momificación no era la imitación de otras técnicas más efectivas y de las que tenían referencia por parte de los dioses?.

Momia de Ramsés II, Museo de El Cairo

Narran todas las culturas que los dioses llegados de las estrellas ascendieron a los cielos. Pero, en el caso de haber existido aquellos exploradores que llegaron a Egipto,  nadie puede afirmar que regresaran de nuevo a Sirio. Algunos investigadores, entre los que se encuentra Robert Temple, baraja la posibilidad, al dominar las técnicas de animación suspendida, foto cuerpos suspendidos pudieran haber quedado o bien en algún lugar de nuestro planeta (¿alguna cámara secreta aún no descubierta en la Gran Pirámide, según narran las leyendas árabes?) o bien en algún tipo de nave nodriza en nuestro propio sistema solar, dormidos o despertándose paulatinamente.

En las tradiciones de los dogones, recogemos el dato de que la nave que aterrizó en la Tierra y portaba a los nomos era ardiente y rugiente, pero que una nueva estrella pudo divisarse en el cielo mientras ellos estaban aquí, lo que nos lleva a pensar en esa nave nodriza. Los dogones la tienen representada en tres dibujos donde se aprecia de diferente tamaño, como si tuviera la facultad de contraerse o expandirse a voluntad. La llamaban “la estrella de la décima luna”. Robert Temple se fijó en un hecho singular: la décima luna principal de Saturno, llamada Febe, es anómala en el sistema solar y mantiene una órbita retrógrada alrededor del planeta, radicalmente opuesta a la de t

Febe, la décima luna

odas las demás lunas de Saturno.

Los dogones afirmaban que los nomos regresarían a nuestro planeta y que, cuando lo hagan, conmemorarán ese día como “el día del pez”. Aseguran asimismo que la primera pista que anuncia su regreso será la aparición en el firmamento de una nueva estrella, a la que llaman “estrella de la décima luna”.

¿Representan las 3 pirámides de Giza las 3 estrellas de Sirio?


Resulta sugerente la idea de que las tres pirámides de la meseta de Giza, aparte de representar las tres estrellas del cinturón de Orion (Osiris) representen asimismo las tres estrellas del sistema de Sirio (Isis). La pirámide atribuida al faraón Keops, la más grande, estaba relacionada con Isis, Sirio A, según podemos constatar en la llamada Estela del Inventario. La estrella Sirio A es blanca brillante, con una temperatura superficial de alrededor de 10.000 grados centígrados. Curiosamente la Gran Pirámide poseía un revestimiento muy pulido de fina caliza de la cantera de Tura. Se tiene constancia, por análisis efectuados por André Pochan y W.M. Flinders Petrie, que dicho revestimiento estuve pintado con una leve solución a base de óxido de hierro para potenciar su luminosidad ligeramente dorada. Por ello, al igual que la estrella Sirio A, la pirámide podía verse, cuando los rayos de sol incidían sobre ella, desde una distancia de 80 kilómetros, sirviendo de faro a las caravanas de peregrinos que se acercaban a ella para su adoración como templo solar.

Meseta de Giza

Sirio B es actualmente una enana blanca, aunque anteriormente debía de haber sido una gigante roja. En la meseta de Giza estaría representada en la pirámide atribuída a Kefrén, cuyo revestimiento superior era de color blanco, similar a la Gran Pirámide, pero que en la parte inferior está compuesto por bloques de granito rojo, por lo que la pirámide tenía dos colores, rojo y blanco, posiblemente para significar que la estrella cambió del rojo al blanco.

Los astrónomos Daniel Benest y J.L. Duvent, descubridores en 1995 de Sirio C, la definieron como enana roja o, incluso, una enana marrón. Sorprendentemente la pirámide de Micerinos, que podría representar a Sirio C, estuvo completamente revestida de granito rojo de Aswán.

De ser cierta esta hipótesis, si las tres pirámides de la meseta de Giza representan a las tres estrellas del sistema de Sirio, tendríamos que evaluar si las llamadas pirámides “satélites” se debieran corresponder con posibles planetas que giran alrededor de ellas. Sirio A tendría 3, Sirio B tendría 1 y Sirio C tendría 3. Obviamente nuestra tecnología astronómica no llega a evaluar los posibles planetas orbitales de las estrellas de Sirio, aunque tampoco, hasta hace muy pocos años, se conocían las propias estrellas de la constelación.

El Libro (Ensayo de cuento de terror)

EL LIBRO

Manuel José Delgado

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No me agradaban esos lugares, abundantes en las grandes ciudades, que frecuentados por multitudes impersonales, hacían que una persona como yo se sintiera mucho más solitaria. Y como las tardes de ese otoño auguraban la venida inminente de un invierno frío, no me eran apetecibles mis acostumbrados paseos por los parques en compañía de mis tribulaciones.

Era por ello, por lo que gustaba de recogerme en mi pequeño ático alquilado, enfrascado en la lectura de libros que inspirasen mi mente calenturienta. Aventuras, biografías, hechos científicos y fantásticos eran el prólogo de mis sueños y pensamientos.

Fue una tarde, a la salida del trabajo, cuando revolviendo libros en una biblioteca pública, llegué a parar a la sección de ciencias denominadas ocultas. Había libros de todo tipo; astrología, espiritismo, hipnosis, brujería, y todo lo relacionado con la parapsicología. Tomé uno de ellos y volví a mi casa, donde lo leí de un tirón, con insospechada impaciencia por conocer el final. Pero ese final no llegaba. Otros libros que cogí de la biblioteca tampoco saciaban mi se de conocimiento acerca de ese mundo que me iba envolviendo poco a poco. Siempre existían lagunas, hechos inconcebibles, sin explicación posible. Buscaba en esa lectura que me ofreciera unas vivencias jamás sentidas, y sólo ansiaba saber más y más.

Muchas veces me dieron ganas de dejar dicha lectura debido al terror que me producían las narraciones acerca de apariciones, transformaciones, espíritus, etc, vividas por otras personas, y sobre todo por el terror que me producía el pensar que pudiera sucederme a mí. Sin embargo, seguía con morbosidad las historias, e incluso buscaba en la biblioteca aquellos volúmenes que, según mi opinión, me producirían mayor impacto.

Era una tarde como las demás, en la que rebuscaba qué libro llevarme a casa cuando se acercó a mí un hombre de mediana edad. Lo conocía un poco de vista, de verle alguna vez que otra en la misma sección de la biblioteca en la que paraba desde hacía algunos meses. A veces habíamos cruzado varias palabras sin importancia, pero esta vez se mostró más afectuoso conmigo. Una cierta repulsa me alejaba de él. Su aspecto era desaliñado. La despreocupación por sus atavíos era notable, al igual que la negligencia hacia su aseo corporal, que se evidenciaba en el desamparo que sufrían sus cabellos, barba y uñas. Pero aunque sus ojos acuosos y penetrantes, su nariz aguileña y sus ademanes parsimoniosos me produjeran desconfianza, ésta se fue diluyendo debido a su tono de voz armonioso, melódico y paternalista. Hablamos de muchos temas, y para satisfacción mía noté que dominaba un lenguaje bastante culto en la materia, pudiendo seguir la conversación y exponer mis ideas a esa persona que consideraba muy superior a mí en conocimiento de fenómenos paranormales.

Nos vimos a partir de entonces con mucha frecuencia, cosa que me agradaba, pues ampliaba mis conocimientos y a la vez sentía la compañía de un amigo a quien confiar mis problemas y mis incógnitas. La intriga que producía en mi sus revelaciones hacían que le tuviera en gran estima, considerándole mi maestro en estas cuestiones, y no dudaba en confiarle por entero todas mis sensaciones.

Cierto día me ofreció un libro. Un libro que no estaba en la biblioteca, y tras prometerle que lo leería esa noche, volví a mi casa.

Era un libro muy viejo. Las pastas e incluso las hojas aparecían llenas de arrugas, pero muy lisas. Parecía como si se hubiera estrujado con fuerza y luego se hubiera intentado alisar con una plancha o algo parecido. Hubo algo que me llamó la atención: su olor. Un olor característico a basurero, a comida abandonada a merced de las ratas,  a carne putrefacta. Al fin, enfadándome por ese inconveniente, intente olvidarlo. Después de todo no me importaba de dónde lo hubiera sacado. Pensé en algún vendedor ambulante, andrajoso, que se ganó el pan de ese día vendiendo el libro a mi amigo. Y pasando el hecho por alto me dispuse, después de una cena ligera, a su lectura.

De entrada no me pareció un libro sensacionalista de fenómenos fantásticos, por lo que continúe su lectura un poco desilusionado y con la obligación de la promesa hecha a su dueño.

Poco a poco la narración se fue haciendo más atrayente a mis gustos, y más que leer, devoraba con impaciencia las rotas páginas del tomo. Sin darme cuenta iba entrando en un estado de nerviosismo tal que acechaba cualquier ruido o cualquier sombra que producía el candil que iluminaba mi habitación. Las historias que el libro contaba conseguían que  mi respiración se acelerara a la vez que aumentaba el volumen de mis pulmones, como si con mis inhalaciones tratara de llenar con aire la seguridad que iba perdiendo por instantes.

No había entrado todavía, como solía hacer siempre, a formar parte como protagonista de los hechos que relataba el libro, Y aún así sentía muy cerca de mí el desasosiego que producía en personajes la impotencia hacia los fenómenos en los que  no intervenía la voluntad humana tal y como la conocemos las personas, por llamarlas de alguna forma, normales.

Acabé el capítulo titulado “Curiosidades de la vida real e irreal” y me tomé un respiro. Creía haber pasado lo peor. Mi mente estaba satisfecha por haber pasado unos momentos agobiantes. Era como el relax del corredor que ha llegado a la meta vencedor. Y decidí continuar, pese a que la noche estaba ya muy avanzada. El capítulo siguiente se titulaba “El miedo”. Y pensando que si había hecho frente a capítulos anteriores, bien podía afrontar éste, más aún cuando comenzaba por “El miedo no existe, son sólo confabulaciones de la mente…”

Sin ningún recato comencé el capítulo. Era el último, y observe que sus páginas estaban más arrugadas que las demás. Si bien tenía fuerza de ánimo para seguir leyendo, pensé que lo mejor sería dejarlo para el día siguiente, si veía que mi mente se sentía dominada por no se qué fuerza. Aunque no me parecía necesario pues los comentarios que hacía eran como los de un incauto, tales como “¿Existe de verdad el miedo? ¿No serán imaginaciones nuestras las cosas que pasan y nos producen tal miedo? ¿No es ilógico pensar que no estamos solos en nuestra habitación…?”.

Aunque racionalmente esas frases no debieran saltar los dispositivos de alerta de nuestra imaginación, mi subconsciente empezó a hacerse las mil preguntas. Es ilógico, pensé, y seguí leyendo. “… ¿y si hubiera alguien más, lógicamente no deberíamos concederle la mayor importancia, pues si alguien o algo está ahí, y nunca nos hemos percatado de su presencia ni nos ha molestado para nada, lo mejor es que sigamos pensando que no está, aunque lo esté…”

Volví a mí la respiración fatigosa. Era una tontería que me planteara esas cuestiones. Aunque una fuerza que desconocía hacía que no me sintiera tan sólo en mi habitación. Y como mi fuerza racional negara rotundamente el asunto continué con la lectura. “… Tenemos una ventaja ante el miedo, si alguien o algo está ahí, y nunca antes lo hemos visto, es que se esconde en sitios oscuros de la alcoba, bien en los rincones, bien dentro del armario, debajo de la cama. En consecuencia, con no mirar en esos sitios, nunca lo veremos, y podremos dormir tranquilos…”

No sé qué me pasaba. Una fuerza superior a mí me obligaba a no mirar a los rincones oscuros de mi pequeño cuchitril. No debe ser posible. Son hipótesis absurdas. ¿Por qué no quiero mirar? ¿Y si de verdad hubiera alguien o algo y nunca me hubiera fijado?. Me arroó con las sábanas. Me ofrecía seguridad. Y más seguro de mí mismo me atreví a mirar a los rincones. Grande fue la satisfacción al observar que no había nada. Y me asaltó una idea: ¿Había pensado en realidad que había alguien? Era lógico pensar que sí, pues me había alegrado de que no la hubiera. Estaba llegando a un punto en donde confundía lo real de lo irreal y me llamé mil veces necio por imaginar esas cosas. Seguí leyendo más calmadamente hasta otras frases que hicieron acelerar de nuevo mis pulsaciones: “… igual es pedirles mucho el no sobresaltarse si ven algo extraño a Vds. en la habitación, pero para calmarles les diré que esas cosas o seres extraños no suelen verse, por lo que deberán hacer muy poco esfuerzo en no tenerlos en cuenta. Y si notaran algo extraño de esos seres, que si bien no se ven se siente, relaciónenlo con algún sonido proveniente del viento o de pequeños animalillos que abundan en todas las casas, sobre todo en las viejas…”

 

Ese “se sienten” me intranquilizó en sobre manera. Efectivamente en todas las casas hay ruidos. El viento, la carcoma, incluso las ratas crean el sonido del silencio. Es una tontería que diga el libro que hay que relacionarlos con ellos mismos, pues son ellos mismos. ¿O no?. Será verdad que todos los ruidos que durante toda mi vida había estado relacionando con animalillos, o el viento, no provinieran de ellos? Estoy seguro de que sí. La mayoría son característicos. ¿Y los otros? La incertidumbre hacía mella en mí. Y mi oído se iba agudizando en busca de esos ruidos para cerciorarme de dónde provenían. ¿Qué cantidad de ruidos! ¡Ruidos por todas partes! Me sobresalté. La mejor forma de no oírlos era distrayéndome. Seguiría leyendo. Igual al final del capítulo el narrador dice “sois unos tontos, reíros de vosotros mismos”, e intenté buscar leyendo alguna frase que me tranquilizara.

“… aunque no son sonidos normales los que oiréis, pero tampoco hacerlos caso. No creo que los oigáis porque no existen, peri si los escucháis pensar que no existen, que son fabulaciones vuestras, y a fin de cuentas, ¿qué mas da escuchar una respiración cerca de vosotros, o un arrastrar de huesos, o algún sonido gutural que se escapa de los confines de la razón?”

Quizás fuese la sugestión, quizás el hecho de que verdaderamente hubiera alguien, pero realmente yo lo sentía.

El libro continuaba: “… y no se podrá escapar a esa energía, lo mejor, amigos lectores, unos buenos tapones en los oídos…”

 

Aferré mis manos a los oídos hasta producirme daño. Con los ojos cerrados aún notaba pasar sombras por delante de la cama. No conseguiría nada con no oirlo, los veía, y no podía evitarlo. Pensé apagar la luz, pero mi sentido de la supervivencia me convenció  de que con la luz encendida podría defenderme mejor. Pero ¿contra qué? El no conocer al enemigo me producía mayor horror. En postura fetal me puse en guardia contra lo que fuera. Lo que no aguantaba era esa respiración asmática, angustiada, que me penetraba como un cuchillo en mi mente. Con los músculos contraídos y los puños crispados arrugué el libro hasta hacerlo una bola. De mis labios brotaba un hilo de sangre, pero ni me cansaba de la fuerza con que los apretaba ni sentía el dolor que producía.

 

No pude resistir la tentación de terminar el capítulo. Faltaba ya muy poco y quizás con ello también acabaría mi pesadilla. Y llegué al final. En las últimas frases pude leer: “… si sois tan sugestionables que habéis visto, sentido y oído a esos seres, a lo mejor, incluso, llegáis a tomar contacto con ellos. Pero poniéndonos en lo peor, con mucha imaginación, habría que valorar si los seres nos quieren hacer bien o hacer mal. Si vuestra imaginación lo quiere, pudiera ser que ese ser resultara ser una preciosa doncella, cosa que no podréis negar resultaría fantástico. Pero si en vez de imaginaros eso pensáis que sea un ogro, o un dragón de siete cabezas, o un ser gelatinoso y amorfo llegado del mismísimo averno, tened cuidado, aunque no creo que vuestra propia inteligencia pueda hacer algo contra vosotros mismos.”

Escuché resbalar algo junto a los pies de la cama. , como saliendo por debajo de ella. A la vez, algo se colgaba por un lado despojándome de la sábana. Quedé indefenso, Y las respiraciones asmáticas se multiplicaban. Apareció algo por mis pies y me produjo un olor familiar. Lo reconocí enseguida. Era el olor a basurero, a carne putrefacta, a comida dejada a merced de las ratas, y tiré el libro en dirección a aquella mano leprosa que, arropada en unos miserables harapos, se acercaba hacia mis pies. El libro se estampó en aquello a la vez que se oían unas fantasmales carcajadas. Sin darme cuenta, por los lados se habían levantado unas figuras que en su tiempo habían sido humanas y que hundían sobre mí sus dedos huesudos, que hacían de garfios que desgarraban mi tórax y mi estómago. En mi último hálito de vida pude distinguir entre aquellas formas a mi amigo, el dueño del libro, que era el que más carcajadas daba.

Pensé en la muerte como la solución a mis sufrimientos, y deseé morir con vehemencia. Pero el martirio era lento. Los personajes se recreaban en mis lamentos, a la vez que comían pausadamente los jirones de carne que me arrancaban de mis entrañas. Si pudiera ayudarles a acabar de una vez… Ya no sentía dolor, a la vez que mis sentidos se fueron nublando.

Me incorporé de la cama y no sentía el cuerpo. No tenía. Había quedado descuartizado sobre la cama y alrededor había un montón de gente. Policía, vecinos, uno al que llamaban forense y unos camilleros que trasladaron el montón de carne a una ambulancia. Y todos se fueron.

Sólo quedó en la habitación un grupo de gente huesuda, con algunos trozos de carne colgando y sus harapientos trajes bañados en sangre, y yo.

Como si de una obligación se tratara, recogí del suelo el libro, que parecía una bola de papel, y con sumo cuidado empecé a alisarlo con una plancha. Fue entonces cuando al mirar la última página, tras la firma del autor, éste ponía su última frase: “… ¿Se ha convencido ya, querido lector, de que el miedo es mentira?”

 

Con las hojas del libro alisadas me fui con el libro a la biblioteca pública, y ya dentro me dirigí hacia un hombre que se hallaba mirando publicaciones en la sección de parapsicología, ciencias ocultas y espiritismo, esperando que no se diera cuenta de que olía a basurero, a comida dejada en poder de las ratas y a carne putrefacta.

¿Es esto la Atlántida?

escrito por Manuel José Delgado

 

Is this Atlantis?

La noticia saltaba a los medios de difusión el pasado 20 de febrero, de la mano del periódico inglés The Sun. Ocupando la mitad de su portada, con

Portada de The Sun

grandes titulares, preguntaba: “¿Se trata de la Atlántida?”. En el artículo, los periodistas se habían hecho eco del descubrimiento, en el fondo del Atlántico, de lo que parecía ser la estructura de una ciudad, con calles y edificios. La fotografía que presentaban había sido obtenida con el programa Google Earth, que gracias a su versión 5.0 se puede recorrer, además de la superficie terrestre, los fondos marinos. Utilizando dicho programa, cuyo software es gratuito, la aparente estructura urbana se puede localizar en las siguientes coordenadas: 31º24’21.38″ Norte y 24º24’22.70″ Oeste. El lugar geográfico se encuentra en la denominada “Llanura Abisal de Madeira”, y dentro de esta, en el área conocida como Great Meteor East (GME), precisamente por hallarse al este de monte submarino de igual nombre, Meteor. El lugar se halla entre los -5300 y -5400 metros de profundidad, o sea, dentro de la zona más profunda del océano, la abisopelágica. Los periodistas aseguraban

Aparentes estructuras en el fondo marino

que el descubrimiento había tenido un interés inusitado en oceanógrafos y geofísicos, y mencionaba que hasta el Dr. Charles Orser, profesor de arqueología histórica en la universidad del estado de Nueva York había considerado el hallazgo como fascinante. El artículo afirmaba que el descubridor era el ingeniero aeronaútico Bernie Bamford, de la ciudad de Chester. Con todos estos datos el periódico dejaba, entre el interés de los científicos y la incredulidad de los autores del programa, el terreno libre para todo tipo de conjeturas. A la mañana siguiente un portavoz de Google declaró que la batimétrica (terreno del mar) puede ser alterada por los datos obtenidos por los barcos al utilizar el sonar para realizar las mediciones de los fondos marinos. Por ello las líneas que aparecen serían sólo las trayectorias seguidas por la embarcación, que se sumaría al propio reflejo del fondo.

De lo que no habla el periódico inglés es que ya en España, desde hacía dos meses, se estaba trabajando en desentrañar este misterio. En la página web de los hermanos Juan y Enrique Menéndez Crespo ya estaba colocado a principio de año tanto el descubrimiento como la hipótesis de que se tratara de los restos de la Atlántida. El 27 de enero Juan Menéndez se puso en contacto con el experto en la Atlántida Georgeos Díaz para ponerle al día del hallazgo, quién investigó el asunto hasta la saciedad, elaborando un informe que fue publicado en su web, en donde llegaba a la misma conclusión que los expertos de Google expusieron después. El fondo marino que refleja el programa no reflejaba su realidad morfológica y estaba contaminado por el rastro del sonar de los barcos.

Anomalía submarina situada en el Atlántico

Cualquiera que dirija la observación del área en cuestión con el Google Earth podrá notar en primer lugar que la estructura arquitectónica, de forma rectangular, está dividida por grandes calles o muros que se asemejan al planteamiento de una ciudad. Sin embargo el mismo programa tiene una herramienta capaz de medir las distancias, con lo que obtenemos que dichos muros o zanjas tienen una anchura de kilómetro y medio, algo que no puede existir en el diseño de una ciudad.

En el estudio realizado para relacionar la estructura encontrada con la ciudad de la Atlántida descrita por Platón, el Sr. Díaz aporta en su página web http://www.antiquos.com una serie de argumentos para evaluar que el lugar no se relaciona con los escritos de Platón. Defensor a ultranza de su teoría de la Atlántida Ibero-Mauretana, y especialmente andaluza, de la que tendrán amplia información en este mismo número de Año Cero, el experto en la Atlántida y textos antiguos expone los principales puntos de desacuerdo para mantener que no sólo estas estructuras no pueden ser la Atlántida, sino que además la misma no puede encontrarse en el centro del Atlántico sino cerca de las Columnas de Hércules, es decir, cercano a Gibraltar. Aduce que las medidas de la ciudad no coinciden con las ofrecidas por Platón ya que el autor griego dijo que la llanura donde estaba la ciudad debía tener una longitud en su lado mayor de 555 kilómetros, mientras que lo ahora descubierto llega tan solo a 160 km. La orientación de la supuesta ciudad tampoco coincide con la metrópolis mencionada por Platón, ya que debería estar orientada al sur. Sin embargo, la supuesta llanura cuadriculada se halla en el extremo occidental de toda el área identificada con la gran llanura o planicie de la comarca del rey Atlas. Los canales que se aprecian en la foto de Google tampoco coinciden con la descripción de Platón. En el Critias leemos que la metrópolis atlante se hallaba a tan solo 50 estadios del mar y su construcción circular concéntrica (que no aparece en los restos hallados) estaba separada del puerto por 50 estadios de longitud, algo que no coincide con lo ahora descubierto. Por otro lado la profundidad del lugar no se corresponde con la isla mencionada por Platón pues, aunque todo el terreno hubiera sufrido un hundimiento, la superficie de la isla nunca podría encontrarse en la ladera inferior de la llanura abisal de Madeira.

Perfil del oceano Atlántico

Perfil del Océano Atlántico entre Norteamérica y África, visto de Sur a Norte, América a la izquierda y África a la derecha. La “Llanura Abisal de Madeira” se encuentra justamente en el área de la cuenca abisal de las Canarias, zona abisopelágica, que como puede verse, se haya entre los -5000 y -7000 metros de profundidad.

La más posible explicación a estas “anomalías” encontradas en los fondos marinos, según explica Georgeos Díaz, sería la de considerar la teoría de «Seismic Lines for Bathymetry», es decir, simples trayectorias de barridos mediante reflección sísmica, insertadas en el mapamundi batimétrico como parte de un programa oceanográfico internacional, en aras de facilitar a los investigadores el acceso a todos los sondeos y escaneos batimétricos realizados, o publicados, y que son conocidos por la empresa creadora de esta enorme base de datos, de la que sin dudas, NOAA, como sabemos por el propio Google Earth, es al menos coautora. Estaríamos ante un caso de MSRD (Marine Seismic Reflection Data), o sea, “Datos de Reflección Sísmica Marina”, insertados en el mapamundi batimétrico, y que muestra los trazados de líneas sísmicas usados en algún sondeo batimétrico de este tipo.

Libro de los Muertos

Sin embargo, aunque las anomalías detectadas en los fondos marinos tengan una explicación pausible, el tema de la Atlántida no se ha descartado. Es posible que el avance de los sistemas de topografía de los fondos marinos ofrezca en el futuro la posibilidad de un rastreo meticuloso y realista. Por el momento seguiremos con otro tipo de valoraciones para seguir pensando en que Platón, y los sacerdotes egipcios antes, tenían razón al considerar que en algún punto del océano Atlántico existió alguna vez una civilización hundida por un cataclismo, y que sus supervivientes emigraron para colonizar otras partes de nuestro planeta. Porque pistas tenemos suficientes.

Otras anomalías submarinas a lo largo del mundo (Selección de Georgeos Díaz)

También existe la posibilidad, por no descartar nada, de que las estructuras poligonales encontradas en el fondo atlántico tengan un origen natural. Con el mismo programa de Google Earth se pueden encontrar otras muchas líneas rectas perfectas y organizaciones de líneas poligonales en muchas otras partes de los fondos marinos.

Algunas de ellas son:

Anomalías Atlántico Norte

En el Atlántico norte, en Noruega, Mar de Barents. Geoglifos submarinos mil veces más grandes que las líneas de Nazca.

Anomalías en Groenlandia

En Groenlandia, área reticulada en donde se aprecia una forma circular concéntrica y radiada, con al menos dos anillos.

Anomalías en Irlanda

En Irlanda, llanura cuadrangular y reticulada.

Anomalías en el Mar Caribe

En el Caribe, llanura abisal con la más extensa área cuadriculada, más de 1200 kilómetros por su lado mayor.

Más anomalías en el Caribe

También en el Caribe, una perfecta forma rectangular, con al menos tres lados simétricos en la llanura abisal debajo de Puerto Rico.

Anomaías en América del Norte, Philadelfia

En América del Norte, frente a las costas de Philadelphia, una de las formaciones reticuladas más impresionantes (por compleja).

Anomalías en el Triángulo de las Bermudas

En el triángulo de las Bermudas, unas formaciones geométricas bastante complejas.

Anomalías en la dorsal atlántica

En plena dorsal atlántica, en un terreno montañoso o sinuoso.

Anomalías en la zona atlántica de Africa Central

En África central atlántica, estructuras cuadrangulares en una llanura abisal.

Anomalías cerca de Islandia

En Islandia.

Anomalías en el Golfo de Méjico

En el golfo de Méjico, líneas que se cruzan perpendicularmente, formando el más complejo reticulado inimaginable.

Anomalías en el Pacífico

En el Pacífico, más espectacular aún que el de la llanura abisal de Madeira.

Anomalías jundo a la costa de Alaska

En Alaska, formaciones complejas y enormes.

Anomalías en la Antártida

 

 

En la Antártida, formaciones de montículos o pequeños montes alineados.

Recuerdos de la Atlántida

En la dilatada vida profesional de Sebastián Vázquez, editor de la Editorial EDAF, han pasado por sus manos miles de obras inéditas cuyos autores buscaban su publicación. Muchas de ellas, por su calidad y contenido, salieron al mercado en forma de libros. Otras muchas nunca vieron la luz y quedaron archivadas en algún cajón de su creador. Esta es la historia de una de ellas.

Sebatián Vázquez. Editorial EDAF

En el año 1996 se personó en el despacho de Sebastián Vázquez un personaje desconocido en mundo de la literatura. Esta persona, ya de cierta edad y de ascendencia catalana, se presentó como médico jubilado que había pasado parte de su vida en Brasil. Allí trabó amistad con un empresario de origen libanés. Este libanés, que había estudiado en Alemania Historia Antigua, contó al catalán su singular existencia. Debido a la guerra de religiones que aconteció en el Líbano a mediados del siglo pasado, emigró a Brasil no sin antes llevarse algo de inusual valor. En la finca propiedad de su familia se encontraba un pequeño túmulo en el que años antes, excavando, encontró una serie de tablillas de arcilla escritas en fenicio. Ya en Brasil el libanés tuvo tiempo para traducirlas al portugués, elaborando un compendio de 1000 folios manuscritos. Cuando tuvo cercana la hora de su muerte mandó una copia del trabajo al médico catalán que, a su vez, tradujo la obra al castellano. Todo ese material acompañaba al hombre cuando visitó a Sebastián. Lo dejó encima de su mesa y animó al editor a leerlo por si acaso la información que aportaba era de utilidad a una editorial caracterizada por publicaciones relacionadas con las civilizaciones antiguas y los misterios, en concreto con la enigmática Atlántida.

La tarea del editor no fue fácil. Los escritos tenían muchas lagunas, la narración era inconexa y caótica y la falta de las tablillas originales hacía que la documentación no estuviera avalada por prueba alguna. Estos argumentos obligaban a Sebastián a abandonar cualquier idea de publicación de la obra. No obstante, lo que leyó dejó una profunda huella en su ánimo. Muchos años después de aquellos hechos recuerda aquel manuscrito con benevolencia. Pudo, al final, hacerse una idea general de la odisea que narraba y, aún hoy, cuando nos cuenta la historia, aparece en su semblante una sonrisa de complicidad, como si supiera que una vez tuvo en sus manos algo realmente importante.

Manuel José Delgado en el templo fenicio de Sancti Petri (Cádiz)

Según nos contó Sebastián sobre lo narrado en la obra, navegantes procedentes de Asia Menor se dedicaban principalmente al comercio llegando a las costas de España, aunque no se citaba en absoluto ninguna fecha. Estos marinos-comerciantes tenían la costumbre de dejar en las plazas importantes donde ejercían un mayor mercadeo a sirvientes o esclavos para familiarizarse con el idioma y las costumbres del lugar, con el fin de poder realizar mejor las transacciones económicas. Uno de estos sirvientes trabó relación con sacerdotes de la antigua Tartessos en donde, por su buen hacer e inteligencia, se ganó la confianza no solo de su señor además de la de los sacerdotes, llegando a dominar la lengua de los tartésicos sino, además, otra lengua sagrada, de origen antiquísimo, utilizada exclusivamente en los rituales de culto. En la biblioteca del templo señor tuvo acceso a ciertos archivos que narraban el ocaso de una civilización madre, precursora de culturas a ambos lados del Atlántico, y el deambular de aquellos pobladores desde las islas donde vivían originariamente buscando otros lugares de asentamiento, ya que su territorio había sufrido enormes cataclismos. Este sirviente logró traducir estos archivos y los llevó de vuelta a su puerto de origen. De algún modo posteriormente fue traducido al fenicio-o el sirviente ya lo redacto originalmente en esta lengua pues el texto no lo cita- y muchos siglos después lo halló el historiador libanés.

Recreación de La Atlántida

Según Sebastián, la narración estaba presuntamente avalada por unos mapas que, de forma meticulosa y con todo lujo de detalles plasmaban la antigua ciudad de Tartessos, situada en lo que es hoy el golfo de Cádiz, y la zona entre las desembocaduras de los ríos Guadalquivir y Tinto. Debía ser una ciudad parecida a Venecia, con numerosos canales acuáticos y donde se hallaba un templo de forma circular que era el que guardaba los archivos con las crónicas atlantes que según la narración se inundaba a menudo. La ciudad estaba protegida por amplios cortavientos de piedra y tanto el puerto como la ciudad y la zona estaban tan perfectamente diseñados en el dibujo que hacía pensar en que si fuese una falsificación, esta era muy elaborada. Asimismo, pero ya en la crónica atlante, existían otros mapas realizados de manera más tosca, en donde aparecían gran número de islas diseminadas por el Atlántico, entre el triángulo formado por Gibraltar, Madeira y Canarias.

Según el relato el hundimiento de la Atlántida no se produjo por una sola catástrofe natural, sino que fueron sucediéndose, a lo largo de muchos años. Según relataba el texto parece que en un principio existían cuatro islas más grandes  rodeadas de otras muchas más pequeñas. En la isla principal y de mayor tamaño era donde se alojaban los grandes templos y edificios administrativos. Pero el modelo de sociedad perfecta descrita por Platón no se cumplía, ya que la isla principal subyugaba a las demás, produciendo enfrentamientos guerreros entre ellas. Por lo visto, fueron cuatro los grandes cataclismos que sufrió la Atlántida. Antes del último de ellos tan sólo florecían en superficie algunas islas, mientras que se mantenían un istmo que unía una gran península al continente africano, en el terreno que hoy ocupan las islas canarias que desapareció en el último cataclismo de origen volcánico.

La Atlántida, recreación en The Sun

El texto original fenicio se centra principalmente en el éxodo que realizaron los últimos supervivientes de la Atlántida hasta que se dividieron. Según la crónica un grupo se dirigió hacia “los terrenos fríos del norte”, mientras que otro gran grupo se dirigió hacia África. La travesía debió ser muy dura, con enfrentamientos entre la población y los grandes sacerdotes, con deserciones y castigos, y con todos los peligros que tuvo que pasar una cultura no familiarizada con la geografía africana. Se cuenta, asimismo, que los jerarcas, la casta sacerdotal, llegaron incluso a contratar a tribus africanas para que les acompañaran y les protegieran en el itinerario. Como estos africanos eran tomados por los viajeros como personas de gran envergadura y fuerza, debemos considerar que los emigrantes eran de estatura baja. Un grupo de revolucionarios se separó del grupo para volver sobre sus pasos, lugares considerados peligrosos debido a las erupciones volcánicas que se estaban sucediendo, y que nos recuerda en cierta medida el origen de las islas Canarias.

Toda esta historia, según nos cuenta Sebastián, mantiene una relación directa con las investigaciones de su amigo el explorador Angelo Pitoni. El italiano, por ser amplio conocedor de los países subsaharianos, en donde participó en varias expediciones en busca de diamantes, fue el protagonista del descubrimiento de lo que él considera “la raza perdida”, posiblemente los descendientes de aquellos protagonistas del éxodo atlante. Las figuras que descubrió en la selva de Sierra Leona, la gigantesca estatua femenina  de Guinea Conacry o la enigmática “piedra azul” capaz de curar enfermedades, serían las piezas arqueológicas que avalarían el relato fenicio.

Sebastián Vázquez no guarda el manuscrito, pues lo devolvió al médico catalán. También ha perdido la pista tanto de su nombre como de su localización. Sin embargo mantiene la vaga esperanza de recuperar la pista que le lleven a obtener más información de las tablillas originales fenicias, pues según nos afirma, de ser reales, aportarían informaciones reveladoras el fascinante mundo perdido de los atlantes.

Los que huyeron por el mar

El programa Google Earth, además de las posibilidades de rastreo marítimo comentadas anteriormente, ofrece asimismo una poderosa herramienta para investigar la superficie terrestre a la búsqueda de restos que sólo pueden ser apreciados desde el aire. Como resultado de su aplicación hemos tenido acceso a un enigma que bien puede tener relación con la Atlántida.

Península de Qawra, Malta

El hecho es que investigando la costa de la isla de Malta me encontré con unos círculos concéntricos, de unos 100 metros de diámetro, cuya procedencia histórica se desconocía. Estos círculos pueden visionarse en las siguientes coordenadas: 35º57’36.44” norte y 14º25’42.17” este. Los dibujos, que no habían pasado desapercibidos anteriormente por otros investigadores, habían sido motivo de una agria discusión en el portal de Internet más importante dedicado a la atlantología, Atlantis Rising. Por lo visto, el primero en sacar el asunto a la luz fue un afiliado al foro, con el nick de Nikas, que se presentó como norteamericano de origen griego. Según afirmaba, los dibujos demostraban en cierta medida su teoría de que la isla, o islas, de Malta habían sido la Atlántida. Las intervenciones en el mismo foro de Georgeos Díaz, desbarataron tal posibilidad, sobre todo por los escritos de Platón que la ubicaba más allá de Gibraltar.

Círuclos concéntricos en la península de Qawra, Malta

Sin embargo el asunto no se cerró, ya que aunque las islas de Malta no pudieron ser la Atlántida de Platón, no puede descartarse la posibilidad de que el lugar hubiera sido un asentamiento atlante en ese éxodo que realizaron para buscar nuevos asentamientos, hipótesis que hasta el mismo Díaz acepta. Según el Timeo y el Critias los atlantes se expandieron desde el golfo de Cádiz hacia el interior de las

Similitud con los círculos de La Atlántida

Columnas de Hércules, por casi todo el Mediterráneo, hasta alcanzar los límites de Egipto, Grecia y el Asia Menor (Anatolia). Por ello podemos suponer que también colonizaron las islas más estratégicas, como lo son Malta y Gozo, además de Sicilia, Córcega, Cerdeña y Creta.

En los foros donde se ha debatido el asunto de los círculos concéntricos malteses se apuntó la posibilidad, aceptada por los más críticos y escépticos, de que se tratara de una diana, realizada por las fuerzas navales inglesas durante la Segunda Guerra Mundial, para ejercitar prácticas de tiro. Aunque para exponer esta teoría no se aportó documentación alguna relacionada con el caso de Malta, la similitud con otras dianas realizadas en los desiertos estadounidenses hacia que la explicación tuviera que tomarse en cuenta. Para algunos fue el fin de la historia, para otros no, ya que la única forma de investigar los geoglifos era la de investigarlos in situ, algo que todavía nadie había hecho. Y nos fuimos a Malta.

Las líneas de los círculos vistas desde el suelo

Nuestra primera visita a la península de Qawra, donde se encuentran los círculos, cercana a la localidad de San Paul Bay, fue desalentadora. Recorrimos la península en toda su extensión y las líneas circulares no aparecían por ningún lado. El lugar suele estar frecuentado por pescadores que, caña en mano, intentaban con bastante éxito abastecerse de pescados. Pero ellos no sabían nada de los círculos pese a ser nativos del pueblo. No tenían la más mínimo referencia de que allí existieran unos círculos que sólo podían ser vistos desde el aire. De vuelta al hotel volvimos a ver la imagen en el ordenador, tomamos puntos de referencia y trazamos un mapa por donde deberían discurrir las líneas. A la mañana siguiente nos volvimos a situar sobre las rocas y, al final, gracias al mapa pudimos

Las líneas vistas desde el suelo

entrever los trazos que componían las circunferencias. Resultaba extraño que, de ser una diana para tirar proyectiles, no se hubiera empleado pintura para su señalización. Por el contrario sólo se apreciaba una ligera diferencia tonal entre las líneas y la roca en donde se hallaban. No era posible que las líneas se hubieran realizado mediante golpes de una máquina en la roca, ya que no aparecía ninguna señal de deterioro, teniendo adheridas las mismas formaciones vegetales y animales que el resto. Tampoco debieron realizarse por arrojar algún tipo de ácido, pues en el interior de las propias líneas existían zonas de distinta tonalidad. Ello nos llevó a pensar en la antigüedad extraordinaria de esos trazos.

Los dibujos no fueron diseñados para hacer una diana, más aún teniendo en cuenta la proximidad, ahora y hace 60 años, de un importante núcleo de población. De cualquier forma, si durante la II Guerra Mundial se hizo una diana en la península de Qawra, ningún proyectil hizo allí impacto, lo que definitivamente nos aleja de aquella teoría, más aún cuando preguntamos al comisario jefe del puesto de policía de Saint Paul, amplio conocedor de la zona, quien nos aseguró que desconocía que durante la contienda militar se hubiera utilizado el lugar para prácticas de tiro.

La curiosa representación que encontramos en Malta guarda una similitud más que aparente con la representación que de la isla de la Atlántida hizo Platón. Los tres círculos concéntricos que representaban a tres canales acuáticos, recorridos todos por otro canal longitudinal que une el exterior con el centro, resulta cuanto menos espectacular. Pero dos datos nos llamaron la atención que ahondaban aún más en la hipótesis de que el dibujo representara la antigua capital de la Atlántida. El canal vertical se encuentra perfectamente alineado norte-sur, exactamente lo mismo que

Bañera central de los círculos concéntricos de Qawra

mencionaba Platón. Cuando pudimos ubicar y delimitar los círculos concéntricos y el canal central, intentamos hallar cuál era el centro exacto del dibujo, correspondiendo a un punto donde se encontraba una especie de bañera o pozo, realizado artificialmente ya que se notaba el borde carcomido por escoriaciones y algunos canalillos construidos posiblemente para desalojar agua.  En ese momento recordamos que según el filósofo griego en el centro de la Atlántida se encontraba un templo dedicado al dios Poseidón, el dios del mar y de los terremotos, adoptado posteriormente por los romanos como Neptuno. ¿Existió alguna vez una estatua de este dios en el centro de los círculos?.

La presunción de considerar este dibujo como representante de la visita de los atlantes a la isla de Malta, en contra de la teoría de la diana para prácticas de tiro, se ve avalada porque aparte de estos círculos, conocidos por algunos investigadores, han aparecido otros similares en la cercana isla

Círculos en la isla de Comino (muy deteriorados)

de Comino, a escasos metros de la posición de un faro centenario. Estos círculos no se aprecian desde el aire con la misma nitidez que los de Malta, sin embargo están ahí. La única forma de apreciar su diseño es utilizar un programa de contraste y relieve que revela su existencia. Como en el caso de Malta allí nunca hizo impacto un proyectil. Y, como en Malta, tampoco se diseñaron con pintura, sino con una paciencia infinita al tener que raspar la roca para sacar de ella el color claro que se encuentra bajo la capa oxidada de la piedra. Y de eso hace muchos miles de años.

La presencia en Malta de misterios relacionados con un pasado ignoto no se queda en estos círculos. A lo largo de toda isla, de norte a sur y de este a oeste, se encuentran los llamados Cart Ruts. En un ejercicio de humildad

Cart Ruts, increíbles líneas kilométricas que no van a ninguna parte

inusitado, los arqueólogos no han dado ninguna explicación a su presencia y evitan decantarse hacia alguna solución fácil, manifestando su desconocimiento ante estos restos arqueológicos. Los Cart Ruts están incluso anunciados, como interés turístico, por las islas de Malta y de Gozo. En los carteles se afirma que fueron realizados durante la Edad del Bronce. Hemos leído alguna teoría para su explicación, como que eran los rastros en granito del paso de ruedas de carro, o que con ellos evitaban que las lluvias anegasen el terreno, al poder conducir el agua hacia otros lugares. Ambas

Manuel Delgado examinando un enigmático Cart Ruts de Malta

hipótesis son absurdas. Hay miles de Cart Ruts, son zanjas que recorren la superficie pétrea de Malta en todas direcciones. Algunos gozan de una longitud de kilómetros, otros en cambio sólo tienen un metro de largo. A veces son varios los que recorren paralelos la superficie, en otras ocasiones los trazos son únicos, entrecortándose entre sí haciendo quiebros sorprendentes. Su excavación debió ser una tarea ardua. En ocasiones tienen una profundidad de 50 centímetros o otras veces no son más que señales superficiales. Empiezan y terminan sin causa aparente, con un propósito desconocido. Algunas veces las líneas su dirección, en otras las líneas se sumergen desde tierra hacia el fondo del mar.

El trabajo de excavar miles de zanjas en toda la isla carece de todo sentido y no es propio de ninguna cultura conocida. Son remotos vestigios de una civilización perdida en el tiempo, que trabajó con un propósito desconocido. Algo que apunta directamente a la enigmática cultura atlante.

Los que huyeron por tierra

 

Albert Slosman es quizás el máximo defensor de la relación entre la Atlántida y Egipto. Antes de visitar Egipto y analizar sus monumentos fue en Camerún donde encontró la pista sobre el gran cataclismo que había hundido un inmenso continente situado al oeste de África, a través de la información suministrada por individuos procedentes de la tribu de los Fako. Esta misma historia volvió a encontrarla en Egipto, tanto en los textos del Libro de los Muertos, como en los muros pétreos del templo de

Los dioses que se salvaron del cataclismo, templo de Dendera

Dendera. Con la mismos argumentos con los que los sacerdotes egipcios informaron a Sólon, uno de los siete grandes sabios de la antigua Grecia, y que valió a Platón para escribir su Timeo y su Critias, Slosman encontró que la civilización egipcia no había tenido su génesis a orillas del Nilo, sino que sus ancestros vinieron de otro lugar lejano, situado en el océano Atlántico.

En los viajes que Slosman realizó a Marruecos, se percató que algunos lugares geográficos tenían mucha similitud con algunos prefijos y sufijos utilizados frecuentemente en los textos jeroglíficos del Libro de los Muertos, como la Duat y Ta Mana. Si Ta Mana, en los textos jeroglíficos, puede traducirse como el “lugar del Poniente del sol”, el “lugar de los Bienaventurados”, Ta Uz significaría, a su vez, “lugar de Osiris”. La ciudad de Tamanar se encuentra a sesenta kilómetros al norte de Agadir, y Ta Uz, a la entrada del desierto sahariano. De la misma manera que hicieron los de la tribu Fako, los beréberes contaron a Slosman una historia parecida sobre su ascendencia divina, y procedencia lejana, un lugar idílico situado asimismo al oeste.

En lenguaje jeroglífico, esta tierra desaparecida se conocía fonéticamente como Ahâ-Men-Ptah, cuya traducción sería “Primogénito-Durmiente-de-Dios”, vocablos que, según Slosman, sufrieron con el paso del tiempo una contracción fonética para convertirse en El Amenta, aunque seguía recordando su significado primigenio de “País de los Muertos”, “País de los Bienaventurados”, y “País del Más Allá”. Curiosamente el nombre del dios Ptah estaría asimismo incorporado en el epíteto para denominar a los monarcas, que fueron los Ptah-Ahâ, cuyo significado sería el de “Primogénito-de-Dios” puesto que se consideraban descendientes directos del primer Hijo de Dios. Tendríamos con ello que Ahâ se pronunciaría Ahan y que Ptah también se escribe Phtah, de su fonetización en lengua griega, en la que la letra pi se convierte en phi (fi), por lo que Phtah-Ahan fue fonetizado “Faraón”, que de Primogénito-de-Dios pasó a ser “Hijo-de-Dios”. Con los mismos argumentos Slosman explica que el nombre de la tierra a orillas del Nilo, Ath-Kâ-Ptah (Segundo-Corazón-de-Dios) se convirtió posteriormente, en la fonetización griega, en Aegyptus, Egipto para nosotros.

Según Slosman, el primer lugar a donde llegaron los supervivientes del éxodo atlante en Egipto fue a la zona de Dendera y de Abydos. Consideraba que el templo de Dendera, cuya actual reconstrucción es la realizada por Ptolomeo II Evergetes, fue originariamente diseñado por los atlantes. En sus muros, Slosman pudo leer: “En el principio, estas palabras enseñaron los Ancestros, aquellos Bienaventurados de la Tierra primera: Ahâ-Men-Ptah. Los que convivían con las Creaciones del Corazón-Amado: el Corazón-Primogénito.”

Asegura Slosman, por la traducción de los textos del templo, que las fechas que aparecen grabadas no sólo hablan de diez milenios atrás, sino de hace veinticinco mil años, cuando Ahâ-Men-Ptah existía como un continente de clima templado, vegetación exuberante, numerosas especies de una fauna hoy ya extinguida en su mayor parte, y en donde los humanos vivían de forma ordenada y pacífica en varias ciudades que se desarrollaban bajo un mismo poder central. Pero la Atlántida se hundió rápidamente en el agua en una fecha que, según Slosman, debió ser el 27 de julio de 9,792 antes de nuestra era, fecha que consideraba inequívoca gracias a la lectura e interpretación de los acontecimientos narrados en el planisferio celeste grabado en el techo de una de las salas del templo de Dendera, más conocido con el nombre de “zodíaco”.

Coincidiendo con lo que nos había contado Sebastián Vázquez sobre el éxodo atlante, Slosman asegura que durante el éxodo atlante se produjo una lucha fratricida entre dos miembros de una misma familia, posiblemente hermanos, que prosiguió durante los quince siglos anteriores a la llegada a Egipto y aún continuó aquí durante cuatro mil años más. Las dos ramas enfrentadas serían por un lado los “Rebeldes de Set” y, por otro, los “Seguidores de Hor”. Durante el enfrentamiento se alternaron en el poder, aunque más adelante ambos clanes fueron deteriorándose, algo que favoreció su desvanecimiento y toma del poder los usurpadores (los Râ-Sit-U). Desde el  cataclismo que promovió el hundimiento del archipiélago de Ahâ-Men-Ptah, añade Slosman, la supervivencia tradicional no pudo ser practicada más que por una memorización oral intensiva y conservada perseverantemente, hasta la llegada, siglos y siglos después, a Ath-Ka-Ptah donde, en el oportuno momento, esta lengua ancestral fue reconstituida y puesta de nuevo en uso, así como ciertas costumbres que ancestrales.

La historia del Gran Cataclismo y los avatares de los supervivientes del mismo fueron grabados, además de en otros materiales, sobre la perdurable piedra del templo de Dendera, como lección y recordatorio para los siglos venideros.

Monumentos atlantes en Egipto

En el artículo titulado “La conexión egipcia del Tassili” exponía la teoría del éxodo, hace muchos miles de años, de una población que venía desde occidente, del lugar al que los antiguos egipcios consideraron como “el país de sus antepasados”. Y el camino que siguieron por el norte de África en dirección a Egipto fue llamado “camino de los antepasados”.

No existe la menor duda, ya que está avalado por estudios antropométricos de cráneos procedentes de las islas Canarias y de Egipto, en que anterior a la primera dinastía Egipcia, en lo que los estudiosos denominan “Dinastía 0”,

Gigantesco tanque en el Serapeum de Saqqara

llegaron a Egipto seres de otra cultura, a los que se les llamó atlantes. Un estudio pormenorizado del fenómeno atlante debe pasar por considerar que aquella cultura edificó en Egipto monumentos que, si actualmente son considerados como propiamente egipcios, están mal catalogados. Y los modernos medios para analizar la tecnología aplicada a la arquitectura y a la ingeniería son las herramientas adecuadas para dictaminar lo que hicieron los egipcios, y lo que ya se encontraron hecho en el país del Nilo.

Según muchos investigadores, las pirámides de Giza no guardan relación tecnológica con las otras pirámides, desconociendo por tanto la fecha de su construcción, así como los autores de las mismas. Herodoto afirmaba que los egipcios eran reticentes en mencionar los nombres de los reyes que

Meseta de Giza

edificaron las pirámides de Giza, y que cuando se referían a ellas lo hacían como «las pirámides del pastor Filitis», por ser ese pastor, aclara Herodoto, el que apacentaba sus ovejas en el lugar donde se edificaron. El historiador griego Diodoro de Sicilia atribuye la construcción de las tres pirámides a Armaeus, Amosis e Inarón, aunque admite el alto riesgo de equivocación por falta de pruebas. Un autor árabe del siglo XIV, Makrizi, refiriéndose a leyendas mucho más antiguas, escribió que el rey Surid Ben Sahluq tuvo un sueño que fue interpretado por los sacerdotes como presagio del Diluvio, haciendo construir las pirámides, en las que habría guardado inmensos tesoros y todas las ciencias conocidas en el pasado. Otro escritor, el Cadi el-Galil Abu Abd Allah Mohammed Ben Salamat el-Qodai, también narró que las pirámides se construyeron antes del Diluvio, puntualizando que la llegada de la desgracia que amenazaba la Tierra llegaría en el momento en que el Corazón del León se hallara en el primer minuto de la cabeza del Cangrejo. Y otro historiador, también árabe, Abu’lRihan el-Biruni, escribió que las huellas del Diluvio y del nivel alcanzado por las aguas se distinguían todavía, antes de la desmantelación del revestimiento, notándose la marca o señal hacia la mitad de la altura de las pirámides. Si consideramos que esa marca del agua fue dejada por la subida de aguas producida por el derretimiento de los hielos en el fin de la cuarta glaciación, las pirámides se encontrarían erigidas hace 12000 años, o sea, antes del cataclismo que acabó con la Atlántida.

Artículo escrito por Manuel José Delgado para la revista Año Cero